Una herencia por la cual vale la pena esmerarse en dejar es aquella de un nombre sin tacha. Vemos personas exitosas que heredan grandes terrenos y grandes casas; edificaciones gigantes que dentro de ellas yacen recuerdos pequeños. Casas donde existieron banquetes de comida pero escasez de consejos y atención. Dejan atrás cuentas de bancos con millones pero cuando le preguntaron al heredero como se sentía el dijo que cambiaría todo eso por un ’’te amo’’ de parte del constructor de la fortuna. Tengo la dicha de tener ambos de mis padres con vida. Cuando cierro los ojos y comienzo a recordar las décadas pasadas junto a ellos, mi mente procesa momentos de corrección, peleas y enojos; pero predominan los momentos de reconocer errores. Los momentos de perdón seguido por ese beso y ese abrazo cubrieron cualquier falta que parecia, en su momento, que el resentimiento seria longevo. Murió al verle los ojos de arrepentimiento a papá o las lágrimas en los ojos de mama. Decidí ver detrás de las acciones de ambos, ese pasado difícil que tuvieron individualmente y como unidad. Hasta que un día decidieron que iban a construir un legado diferente del que recibieron ya que se dieron cuenta bien temprano que Dios nos hizo a su imagen y semejanza y que nada terrenal llenaba el psiquis, solo lo invisible; decidieron que sus hijos iban a gozar del usufructo que jamás ibamos a olvidar. Sabían que por mas tangibles buenos que llegásemos a firmar como coherederos, únicamente aquello que trasciende iba a llegar a ser eterno en el corazón nuestro. Ahora que estamos viejos todos sabemos que ese carro, esa casa, ese reloj son de mucha utilidad pero por si solas solamente son lo que son… cosas materiales, y las cosas materiales desaparecen. Pero esa palabra que recibimos cuando estábamos en el suelo, ese beso y caricia de buenos días y ese consejo nunca se iban a depreciar. La película A Beautiful Mind protagonizada por Russel Crowe y Jennifer Connelly tiene una escena que describe como, en el final de nuestros dias, lo trascendental es lo que llega a pesar más. Ésta pelicula describe la historia del profesor John Nash de Princeton, un matemático brillante que sufrio de esquizofrenia y batalló con problemas psiquiátricos por muchos años. En 1994 se le entregó el Premio Nobel, el cual recibi sin decir ni una tan sola palabra. Dramatizaron un discurso que describe exactamente el impacto de lo que puede tener el apoyo incondicional de una persona, aún en momentos dificiles. Su esposa, Alicia, vivió en carne propia todos los episodios de mania de John. El discurso de la película mientras recibe el Nobel: Siempre creí en los números, ecuaciones y en la lógica que conduce a la razón. Pero después de una vida entera de persecució, pregunto: ¿Que es realmente la lógica? ¿Quien decide la razon? Mi busqueda me ha llevado a través de lo físico, lo metafísico, lo delirante — y de regreso— Y he hecho el descubrimiento mas grande de mi carrera, el descubrimiento mas importante de mi vida: Solo en las misteriosas ecuaciones del amor se puede encontrar alguna lógica o razón. Estoy aquí esta noche únicamente por ti (su esposa, Alicia). Tú eres la razón por la que yo soy. Eres todas mis razones. Gracias.’ Seamos recordados y recordadas por haber estado allí para corregir en honor al amor y no ego. Miremos más alla de lo que el ojo permite, miremos el alma. Dejemos una marca y una herencia como la que se nos dejó hace muchos años. Imitemos el legado del Carpintero de Belen. Se nos fue físicamente, pero nos heredó la más grande de todas las herencias: AMAR. Luis Felipe Faraj
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Lovely!